Han hablado todos menos nosotros, los egresados. Creo que el panorama es bastante oscuro y columnas alentadoras de los decanos no sirven de nada para la realidad que nos atañe a todos los que decidimos estudiar Comunicación Social y Periodismo.
Resulta que el primer error que tiene la profesión, es ser la ‘carrera del descarte’. Por ende, toda persona que no sabe qué estudiar, escoge Comunicación Social y Periodismo. Es decir, no existe esa pasión visceral de los médicos antes de entrar a la academia de medicina o de los músicos antes de ir al conservatorio. No, sólo gente que cree que por ahí ha de ser su futuro.
Sin duda, la aceptación de reinas y gente banal, en las facultades han hecho de esta carrera un asqueroso caldo de cultivo de presentadoras y no de periodistas. Obviamente las facultades no pueden decirle no a una reinita que quiera estudiar Comunicación Social, pero si hubiera un fuerte filtro en el trabajo académico, seguramente esta no sería la opción de estas lindas niñas que sueñan con salir en televisión.
Es increíble que uno llegue a graduarse con personas en las que dentro de su cabeza no hay nada de lo que debería tener un periodista: hábito lecto-escritor, conocimiento de la realidad del país, criterio periodístico, actitud altruista y responsabilidad social. Nada, no hay nada. Por el contrario, son mujeres expertas en telenovelas y chismes de famosos. Se sienten hechas todas unas profesionales porque su título les permite entrar gratis a conciertos, lanzamientos, ruedas de prensa y fiestas de la gente in.
Cuando me gradué fuimos casi cien (¡CIEN!) comunicadores y periodistas que obtuvimos el título, y sin embargo la carrera no ofrece salidas laborales. Hoy muchos no tienen trabajo y les ha tocado trabajar de freelance escribiendo artículos cortos sobre temas poco interesantes o haciendo correcciones de estilo. Es eso o nada. Algunos de mis compañeros se volvieron DJ’s, fotógrafos, músicos o administran bares. Todos coinciden en que la carrera no fue su mejor elección y no porque crean que hacer periodismo no vale la pena, sino porque en la lógica laboral de Colombia no se puede hacer periodismo.
Es irónico que cuando buscan a un periodista le exijan experiencia laboral de años, pero a la vez no quieren contratar a un dinosaurio que no sepa prender un computador. Todos los egresados están llenos de ideas, de ganas de hacer cosas muy interesantes, pero a nadie le interesan esas ganas ni esas ideas. Te contrato, dicen, has silencio y cumple con tu trabajo. Si ves algo en lo que no estás de acuerdo, no puedes comentarlo porque eso implicaría el riesgo a que te despidan y te sumes a la inmensa masa de periodistas desempleados que como aves de rapiña aceptan sueldos nimios con tal de poder trabajar en algo.
Debería, propongo, existir una carrera llamada Presentación para Televisión, otra Periodismo y otra Comunicación Social. Yo hablo por lo que me corresponde. En Periodismo, se debe estudiar historia y filosofía como ejes básicos de la carrera. También habrá que leer, escuchar y ver mucho periodismo, no sólo nacional y estadounidense (que siempre son los referentes) sino de todo el mundo. El periodista se ejercitará para escribir con criterio y argumentos. Que sientan que cada palabra es una responsabilidad enorme que recae sobre sus manos y que creen nuevas formas de narrar la realidad. Les enseñaría también a ser técnicos, a que sepan montar una emisora, a manejar una cámara de video, a tomar fotografías, a usar softwares de edición de video, imagen y sonido.
Por último contrataría mejores profesores. Tuve la fortuna de dar con algunos buenos, pero por desgracia, la mayoría fueron malos. Los profesores son los encargados de generar esta pasión y responsabilidad social sobre los periodistas, son ellos los que deben hacer de la carrera un cultivo de lectores de la realidad, cronistas de pluma impecable, reporteros de ardua investigación y peritos en la historia del país, para que sepan hacer conexiones que ayuden a los lectores, oyentes o televidentes a entender lo que pasa en Colombia y el mundo. No podemos hablar de Uribismo sin saber qué fue la Regeneración de Núñez. No podemos narrar el asesinato de un líder sindical sin conocer el genocidio de la UP. No podemos pensar en el ahora sin siquiera entender nuestro pasado.
Pregúntele a un periodista historia patria y seguro responderá, que saber de eso ya no sirve de nada, que uno debe estar a la vanguardia, al ritmo frenético del tweet, del párrafo por minuto, de los cinco artículos por día, de lo multimediático, de la noticia efímera, del adjetivo torpe, de las fuentes oficiales, de la crónica de porno-miseria, del publirreportaje, ya no hay tiempo ni dinero para que usted haga una investigación decente, que escriba, que escriba rápido y bien, más rápido, mucho más rápido ¿no que es periodista?
Ni siquiera tenemos una tarjeta profesional. Por eso muchas veces un periodista económico es un economista que escribe bien, uno de política es un politólogo, uno de cultura es un literato, uno de internacional estudió gobierno y relaciones internacionales, uno de judicial es un abogado, uno de deportes es un comentarista o ex futbolista. ¿Y dónde quedan los periodistas? Son los que traducen las noticias de las agencias internacionales y los encargados de toda la farándula.
Como no existe esa defensa por parte de las facultades de periodismo por la figura del reportero como lo es la del reporter en EE.UU. Pues es inevitable que las prácticas profesionales sean trágicas para muchos estudiantes. En RCN, me cuentan mis compañeros, que las cintas de los carnets tienen colores, así se reconocen los practicantes y se les puede pedir cualquier cosa sin derecho a que se rehúsen, como que traigan un tinto, que recojan un cable, que manden una razón o que salgan a comprar un paquete de cigarrillos.
Yo siempre fui consciente de lo que estaba estudiando pero nunca imaginé las palancas, apellidos y contactos que se manejan en una empresa de medios. Siempre quise ser como Luis Tejada cuando entró a El Espectador o como Klim en El Tiempo. Creía que escribir en un diario, o en una revista era sólo cuestión de talento, pero ya no funcionan así las cosas. El talento, sin duda, lo tienen muchos egresados pero las páginas las tiene una sola persona en sus manos, él decide qué y quién publica. De resto no son más que bloggers con ínfulas de literatos, de resto no son más que cartas al editor, que tweets y posts en Facebook. De resto, no es más que esto que escribo hoy.